Malta y Reino Unido, dos países que, actualmente, nos llevan a un mismo denominador común. Y es que en los últimos días cientos de personas, la mayoría norteafricanos, intentan llegar a las costas de la pequeña isla maltesa y no siempre en las mejores condiciones. El último escenario, hasta la fecha, fue el rescate de 102 inmigrantes por un buque-cisterna.
Aunque a Reino Unido no están llegando botes cargados con personas buscando un simple porvenir, el prevenido Gobierno británico ha comenzado ya con su campaña anti-inmigración porque teme “una posible oleada de inmigrantes procedentes de Bulgaria y Rumanía”.
Quizá haya llegado el momento de reabrir uno de los debates más antiguos del continente: la inmigración.
Puesto que hablamos de una integración de países, la Unión Europea, conviene matizar los movimientos migratorios a los que debe hacer frente. Por una parte, las migraciones provenientes de otros continentes y, por otra, el flujo de personas que se mueven de unos países a otros de la Unión.
En barquitas de juguete
Miles de inmigrantes africanos arriesgan sus vidas atravesando el Mediterráneo en barcas de juguete para llegar a las costas de Malta y así entrar en la UE. Una inmigración “sin papeles” que se ha elevado a 1.294 desde principios de año, miles de personas, huyendo de los conflictos en sus países, llegan exhaustas a las costas europeas por los efectos del cansancio y la deshidratación.
Ante la masiva llegada de inmigrantes, en junio, Joseph Muscat, el primer ministro maltés, hizo el intento de enviar dos aviones con inmigrantes somalíes de vuelta al continente africano. A finales de julio, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) emitió una resolución provisional confirmando como ilegal la deportación. Como afirma la periodista Jessica Abrahams, esta acción refleja la desesperación del Gobierno maltés, desesperación por el desbordamiento de la pequeña isla y porque ha hecho un llamamiento a la UE para que adopte medidas de reparto y, de momento, la Unión mira hacia otro lado.
Sin olvidar, por supuesto, nuestro Estrecho, por el cual intentan cruzar centenares de hombres, mujeres y niños en barquitas hinchables.
Cierto es que estamos ante una situación muy complicada, puesto que las reuniones sobre medidas de austeridad, paquetes de ayudas económicas, tipos de intereses, etc., no cesan. Pero quizá va siendo hora de que los dirigentes europeos se reúnan para hablar de la inmigración en Europa, puesto que el desenfreno del flujo migratorio tiene como consecuencia directa el trato degradante a los que, simplemente, vienen buscando la prosperidad europea.
Ejemplos hay por toda Europa: “las pésimas condiciones de los refugiados en Austria. En Grecia, la policía fronteriza los persigue como si se tratase de un juego salvaje. En Gran Bretaña, una reciente campaña gubernamental advierte a los inmigrantes ilegales de que si no se van, acabarán en la cárcel. En Polonia, los centros de detención de inmigrantes parecen y funcionan como las cárceles” y podríamos continuar. Sin olvidar, por supuesto, nuestro Estrecho, por el cual intentan cruzar centenares de hombres, mujeres y niños en barquitas hinchables.
¿Los «legales»?
Pero esto en cuanto a las injusticias sufridas por los “ilegales”. Y utilizo este término porque uno de los principios fundacionales de los Estados miembros es “el derecho de los ciudadanos europeos a circular libremente y a residir en toda la Unión”. Sin embargo, los conservadores de David Cameron, que ya han comenzado con una fuerte campaña contra la inmigración “sin papeles”, mediante incluso furgonetas rotuladas con mensajes tan drásticos y desagradables como: “Go home or face arrest!” (“¡Vuelvan a sus países o les detendremos!”), comienzan a evaluar nuevas medidas para hacer frente a la posible inmigración en 2014 de personas procedentes de Bulgaria y Rumanía (recordemos, Estados miembros).
Alegando que muchos de los ciudadanos europeos que se instalan en Reino Unido, lo hacen porque se sienten “atraídos” por el sistema de prestaciones británico, Cameron, ya a finales de julio, hizo público plan para recortar los beneficios sociales de los inmigrantes sin empleo que provengan de la UE, tras seis meses de estancia en el Reino Unido. Medidas que parecen violar el principio de “libre circulación” de los europeos.
Al mismo tiempo, la prensa sensacionalista ya se está encargando de contar historias de terror sobre “los turistas [rumanos y búlgaros] en busca de beneficios sociales”. Además, el Ministerio está planeando hacer una lista de países de “alto riesgo” (India, Nigeria y Pakistán son algunos de ellos) que paguen fianzas para entrar en el país, según el Gobierno, para que no “se queden demasiado tiempo”.
Movimientos solidarios
Bajo esta segregación dentro de cada Estado europeo, los gobiernos no hacen más que crear desigualdades entre unos y otros, que desencadenan en los nacionalismos y en la ascensión de partidos xenófobos y de extrema derecha, que no nos dejan ver la realidad de Europa y del mundo entero: las diferencias entre los pueblos.
Puesto que estamos ante un mundo en continuo movimiento, sobre todo a lo que personas se refiere, lo primero es que la Unión Europea debe comenzar a intervenir en los asuntos migratorios y llevar a cabo una política común que ayude a los migrantes, tanto de dentro como de fuera de las fronteras europeas. Además, recuperando las palabras del filósofo alemán Jürgen Habermas, Europa debe “informar a los ciudadanos europeos y desarrollar una solidaridad común” para evitar el resurgimiento de los nacionalismos y de los sentimientos racistas en la Unión.
Artículo publicado en presseurop.eu el 20 de agosto de 2013